El club “Manantial” comenta “Rosa cándida” de Audur Ava Olafsdóttir
“Ningún día es como cualquier otro,
literalmente todo lo relativo a las labores paterna es nuevo para mí.”
En la
última reunión del curso del club Manantial
celebramos cumpleaños, fin de curso, llegada del verano y planes
ilusionantes, como el proyecto de Beli y
Pepa, nuestras enfermeras, que recorrerán parte del camino de Santiago con
mujeres que han padecido cáncer de mama.
El
ambiente que se respiró en la reunión fue festivo, muy participativo y algo
alborotado.
La
novela comentada dio de sí mucho más de lo esperado y los temas tratados por
esta autora islandesa resultaron mucho más cercanos a todos de lo que en
principio creímos: embarazo no deseado, pérdidas de seres queridos, madurez
personal, crianza de un bebé, toma de decisiones vitales, sexualidad, amor y
enamoramiento. Todos los participantes del grupo se manejaron bien con estos
ingredientes conocidos.
Inicialmente,
nuestros expertos lectores analizaron la novela en sus aspectos formales
calificándola como de lectura sencilla, escritura lineal y de temática un tanto
intimista.
Luego
pasamos directamente al tratamiento de los temas y al análisis de los
personajes.
Nos
centramos sobre todo en el protagonista y narrador, el joven de veintidós años Arnljótur, quien decide abandonar su
casa, a su hermano gemelo autista y a su octogenario padre para marchar a un
monasterio en un país extranjero con el proyecto de rehabilitar una famosa
rosaleda. Nuestro protagonista deja además atrás una hija, Flora Sol, de pocos meses “fruto de un instante de
estupidez” engendrada con la amiga de
una amigo a la que apenas conocía.
El
detonante de esta drástica decisión es la reciente muerte de la madre en un
accidente de coche.
Arnljótur
narra en primera persona no sólo la acción que transcurre en el presente,
también nos hace partícipes de sus recuerdos, de sus temores, dudas y deseos y
todo ello nos hace empatizar con este personaje, comprenderlo, estimarlo y en algunos casos arrojar sobre él una
compasiva mirada maternal.
La
madre muerta está presente como otro personaje más, casi omnipresente ya que
tanto el protagonista como su padre la
recuerdan, practican sus recetas de cocina y procuran actuar según sus
preceptos. Coincidimos todos en lo conmovedora que resultó la escena de ella
muriéndose, tras el accidente, pero hablando con su hijo por teléfono
intentando transmitirle normalidad al tiempo que se despide, entre líneas de
él. No podemos pasar por alto el detalle de la dedicatoria que la autora hace a
su madre. Tampoco el hecho de en el
siete de agosto Flora Sol naciese y fuese también la fecha del cumpleaños y
muerte de la madre, “demasiadas
casualidades son imposibles, quizá una pero no tres”.
Otro
personaje que nos lleva al debate es Anna,
la madre de Flora Sol, quien decide tomarse un respiro en la crianza de su hija
para dedicarse a estudiar y por ello va en busca de Arnljótur para que ejerza
de padre y ella pueda dejarle la niña. ¿Es lícito que la madre de un bebé se
tome unas vacaciones en la crianza? Posturas a favor y en contra se argumentan
con pasión.
Es
este hecho, la aparición de Anna con la niña, aproximadamente a la mitad de la
novela, lo que da un giro a la historia de nuestro protagonista que se asoma a
la paternidad como quien se asoma a un misterio, algo absolutamente
desconocido.
Comentamos
mucho acerca del cambio y evolución de nuestro protagonista, los lectores del
grupo se implican, Curro, la única voz masculina esta tarde, comenta que el
hecho de fuera una niña facilita las cosas, las hijas despiertan una ternura especial en
los padres. Valme confiesa que fue mamá muy joven y que su pareja. que también
tenía veintidós años como nuestro protagonista, demostró ser un padre ejemplar por lo que la
relación entre el joven Arnljótur y su hija es absolutamente creíble.
Hablamos
también de rosaledas, nos preguntamos en qué país se encontraba el monasterio
de la historia y la famosa rosaleda.
Terminamos
la reunión con las palabras que Mª Elena
había escrito en el cuaderno viajero y con su dibujo de la rosa cándida, esa
flor que acompaña al protagonista en su viaje y que era el orgullo del
invernadero de su madre.
Hemos
cerrado curso con un libro que trata “de
Cuerpo, muerte y rosas”, como dijo el padre Tomás, el libro de una autora
islandesa.
La
coordinadora del grupo pasa el listado
de libros que leeremos juntos en el próximo curso y el club, que a lo largo de
tantos años de lectura juntos ha anudado lazos de amistad, se muestra muy agradecido. Nos despedimos
felices. La próxima reunión: el 19 de septiembre.
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