Los que roban libros y regalan palabras leen «El Lector»

En la primera reunión de este año de la lectura 2012, el club de Los que Roban Libros y Regalan Palabras dieron la bienvenida a un nuevo invitado. No, no hablamos de un nuevo lector o lectora ávido o ávida de nuevas lecturas compartidas, sino de un nuevo acompañante para los miércoles de reunión. Hablamos del té, que endulzó y puso un poco de sabor afrutado y aromas orientales a un encuentro en el que nos sentábamos en torno a la lectura de El Lector de Bernhard Schlink.

Una lectura que había dejado una sensación extraña entre los asistentes, ya que, de entrada, como comentó Curro, “tenemos una imagen fea en nuestras cabezas de todos los personajes que están relacionados con el fascismo” y la protagonista del libro lo está. Por eso lo de la sensación extraña, ya que, a pesar de esta vinculación, en la mayoría de los lectores el personaje de Hanna no crea una animadversión extrema hacia su persona. Una de las ideas que planeó por la sala durante el encuentro es lo fácil que es juzgar los hechos desde otra época, pero no cuando se vive en ese momento. Estos nos llevó a plantearnos de si Hanna era consciente o no de lo que había hecho, planteándose por parte de una de las compañeras, Ascen, si no me equivoco, la importancia en la historia del juicio para que la protagonista fuese consciente de lo que había pasado, lo que la impulsó, una vez en la cárcel a interesarse por el holocausto nazi.

La importancia vital que tiene en Hanna el vacío educativo que se apodera de su vida o lo necesario que es en la vida la literatura, por las alternativas que te ofrece, fueron otros de los temas que centraron el debate literario hasta que otro de los integrantes, el compañero Antonio, fue el encargado de romper la veda y sacar a la palestra el tinte erótico del libro por la relación que establecen el joven lector en voz alta y la analfabeta. Cuestionándose entre unos y otras si, como está planteado en el libro, se muestra la relación de ellos dos, teniendo en cuenta que el chico era menor, como algo depravado o natural. Unas optaron por lo primero y otros por lo segundo.

Quizás por lo difícil que resulta en esta sociedad tratar abiertamente el tema del suicidio, este apareció al final del encuentro, como si la cosa no fuera con él, centrando, eso sí, los últimos minutos, largos minutos de la reunión. Si la vida de Hanna fue una cobardía o si fue realmente consciente con sus actos, incluso en lo del suicidio, dividió las opiniones de los lectores, planteándose los motivos que lleva a una persona, como en el caso de Hanna, a decidir acabar con su vida. “Un suicida no se persona, se culpabiliza”, sentenció Curro.

Con este regusto amargo, sólo endulzado por el té, los Rolirepa dejaron atrás El Lector para sumergirse hasta el día 22 de febrero en la lectura de Me llamo rojo del Premio Nóbel de Literatura, Orhan Pamuk. Un libro, estamos seguro, dará mucho que hablar en nuestra próxima cita.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Delicatesen pura y dura todo el contenido y el resumen,gracias Fran.Recuerda q el suicida ademàs quiere "culpabilizar" a...BV

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