Me llamo rojo
El chocolate de una tarta de cumpleaños y, de nuevo, los aromas orientales del té, endulzaron una sesión de Los Rolirepa amargada por la lectura de Me llamo Rojo de Orhan Pamuk. El primer libro del primer año de vida del club que, me atrevo a asegurar, se nos ha atragantado a todos y cada uno de los miembros del grupo de lectura. Pero Rojo y el universo de sus ilustraciones no aguaron una sesión de celebración con sorpresa incluida. Un 23 de febrero de 2011 se ponía en marcha este nuevo club de lectura de la biblioteca Pedro Laín Entralgo y el pasado día 22 de febrero celebramos un año de intensa vida lectura en uno de los mejores momentos por los que pasa el club. La cohesión de sus miembros y un 'feeling' cada vez mas latente hacen de nuestras citas auténticos encuentros de auténticos amigos. Motivos nos sobraban para celebrar y, gracias a la ocurrencia de algunos, en nombres de todos, hasta soplamos nuestra primera vela, nos hicimos la primera foto oficial, con todos los miembros, y degustamos un siempre bien recibido trozo de pastel de chocolate.
Pero rebobinemos, porque la sesión comenzó con la lectura por parte de Charo del acta de la sesión anterior que nos hizo dar un último paseo mental por las aventuras del lector, del que nos quedó claro, por si no nos había quedado durante su lectura, que Hanna era una mujer muy limpia no, limpísima, y que a pesar del papel desempeñado en la historia, no había despertado en los lectores ese sentimiento de animadversión que provoca instantáneamente la aparición en cualquier historia de un personaje nazi.
Esta lectura dio paso al temido momento de enfrentarnos a Orhan Pamuk y su Me llamo rojo. Un libro definido al comienzo del debate como monótono, del que, todos estábamos de acuerdo, lo más interesante era su estructura narrativa, según la cual, cada capítulo era contado en primera persona por uno de los protagonistas de la historia. También hubo consenso en que Me llamo rojo aporta una cantidad ingente de información a sus lectores que, ante tal batiburrillo informativo, no saben con quien quedarse.
Lo que sí fue significativo, a tenor por las palabras de nuestro monitor, es que se proclamase sin tapujos durante la reunión el nombre de Aceituna, uno de los tres ilustradores, como el artífice de los crímenes acontecidos en el libro, cuando habitualmente, en otros encuentros lectores de otros clubes, no se ha llegado a afirmar tan tajantemente.
Lo bien descrita, en ese ambiente de paz, que está la muerte del Tío, las alusiones o referencias del libro de Pamuk con Las Mil y Una Noche, o ese ambiente de intimidad que se refleja en el libro entre profesores o discípulos e, incluso, entre los propios discípulos, dejando a las mujeres a un lado, fueron otros de los temas que se pusieron sobre la mesa. Aunque lo que más sobrevoló la sala fue la sensación de persecución que Me llamo Rojo ha tenido sobre nosotros, buscándonos para contarnos su historia, cuando en la mayoría de los casos no teníamos muchas ganas de que nos la contara.
Afortunadamente, José María Mendiluce hizo acto de presencia al final de lo encuentro para guiarnos de la mano de su Pura Vida por un universo muy distinto al de Orhan Pamuk y Me llamo rojo. Abandonamos el mundo enclaustrado y ciego, fanático, de los ilustradores, para dar paso a la pasión caribeña de Ariadna.
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