Entrevista de Fran Ricardo al escritor sevillano Juan Ramón Biedma
¿De donde viene su interés por estos personajes al extremo más extremo de la marginación que se repiten en sus novelas?
Supongo que en una literatura regida por mano de hierro por el tea party como la actual, donde la mayoría de los autores se cuidan mucho de no introducir elementos políticamente incorrectos, alguien tendría que ocuparse de estas personas que no es que sean como nosotros, sino que son lo que nosotros podemos ser en cuanto se tuerzan mínimamente las circunstancias.
Habla de una Sevilla milenaria y futurista. ¿Es la ciudad o el escenario perfecto para hablar de unos personajes esperpénticos y monstruosos?
Sevilla es un cruce extraño entre la antigüedad y el futuro, y eso nos marca a cuantos sobrevivimos en ella; es cierto que en la novela introduzco algunos agentes que precipitan la combinación, pero la esencia es la que está ahí y conocemos todos.
El motivo religioso, en este caso, para cometer los asesinatos, ¿no podían faltar en una novela ambientada en Sevilla?
Me temo que, de forma no siempre consciente, la religión es una constante en mis novelas, tanto en las que transcurren en esta ciudad como en las que no; supongo que tendría que planteárselo a mi terapeuta, pero prefiero dejar que especulen los críticos literarios.
Cada uno de los capítulos del Espejo del Monstruo lleva un título y todos los títulos una palabra que empieza siempre por R. ¿Ha perseguido alguna intención con ello?
La intención fundamental es la de jugar con el lenguaje, eso que ya apenas se hace, y demostrar que hacerlo puede ser apasionante tanto para el lector como para el escritor.
También llama la atención la estructura de la novela. ¿Ha querido jugar a la deformidad, al igual que la de sus protagonistas, como si de un puzzle sin montar se tratase hasta terminar encajando todas y cada una de las piezas?
La estructura de la novela responde a la métrica de la novela por entregas tan seguida en los géneros populares del siglo XIX que deparó algunas de las obras maestras de la literatura. Capítulos cortos, con una extensión similar y abiertos siempre al siguiente giro de guión son una forma de atrapar la atención del lector con una técnica no muy distinta de las usadas en el montaje cinematográfico.
¿Con el Espejo del Monstruo lo que pretende es dar a entender que en esta vida nada es lo que parece y que ni los malos son tan malos ni los buenos tan buenos, que todo depende del espejo en el que se mire?
No creo en el MAL (entendido como ente abstracto que cae sobre determinadas personas como un estado de gracia inverso) pero creo en la MALDAD, y el substrato que hay bajo mis novelas es el intento de entender los mecanismos, los intrincados caminos que llevan a algunas personas a cometer toda clase de aberraciones. El convencimiento de que esas personas son como tú y como yo, son la espina dorsal de mi intento de entendernos.
Quizás uno de los personajes más secundarios es una de las piezas claves y que más impacta en el lector, me refiero a la niña, Austria, quien sin serlo, puede dar la sensación de ser el peor de los monstruos. ¿Es en la infancia donde puede darse en muchas ocasiones la mayor de las maldades?
Creo que llevas toda la razón: existen comportamientos verdaderamente aberrantes que lo son todavía más por darse en personas que por su edad o por su perfil de inocencia resultan aún más imprevisibles e impactantes. De hecho, Austria –y su padre, el abogado Set Santiago protagonizan otra de mis novelas, El humo en la botella, y espero que algunas más en el futuro.
Quizás llame la atención en algún lector, provocándole cierto rechazo, lo "gore" que puede llegar a ser la novela en algunos de sus momentos. En mi caso no ha sido así, sino que consideraba que los momentos más sangrientos e incluso los más sexuales iban en consonancia con la bajeza del mundo en el que se movían los personajes. ¿Es esta también su sensación?
Estoy de acuerdo contigo al cien por cien. Creo que la novela exigía ciertas descripciones extremas que resultaban indispensables para introducir al lector en las circunstancias que se abordaban, pero no creo haberme extendido ni recreado en ellas, por mucho que tantos años después se me sigan asignando esas etiquetas –que, por lo demás, tampoco me preocupan en exceso.
Fran Ricardo
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M.C.